Cada vértebra de nuestro cuerpo se articula con las vértebras adyacentes por su parte más posterior a través de las articulaciones facetarias vertebrales (también llamadas facetas). Dichas articulaciones cambian de tamaño y orientación según cada segmento de la columna (cervical, dorsal o lumbar), pero en todos los casos están formadas por dos láminas de cartílago y una cápsula articular.

Con el paso de los años, así como como consecuencia de varios factores de riesgo como el tabaquismo o la obesidad, estas articulaciones sufren un desgaste que afecta tanto al cartílago como a la cápsula articular. Este desgaste produce un cuadro típico de dolor en la zona afectada (cervical, dorsal y lumbar) llamado dolor facetario.

Una infiltración facetaria es una técnica sencilla y no-invasiva que consiste en la inyección de una sustancia (anestésico, corticoide, tratamientos biológicos como los factores de crecimiento…) dentro de una articulación facetaria.

Esta técnica tiene como objetivo tratar el dolor que se produce como consecuencia del desgaste de una faceta (lo cual se denomina artrosis facetaria). Por lo general, estas técnicas suelen realizarse en el quirófano bajo control de rayos X y condiciones de esterilidad, pero son técnicas ambulatorias y mínimamente invasivas.

Los pacientes que sufren de dolor cervical, dorsal o lumbar a causa de una artrosis facetaria suelen hallar un alivio significativo del dolor y una mejoría clínica importante.

Al tratarse de una técnica mínimamente invasivo, su indicación se extiende a un rango muy amplio de pacientes, desde pacientes jóvenes activos hasta pacientes mayores o con enfermedades de base que contraindican intervenciones de riesgo como la cirugía.